Hace días, un amigo mío me mandaba esta noticia: http://www.elmundo.es/elmundo/2009/09/16/solidaridad/1253095172.html. Para los que no tengan tiempo o ganas de leerla, dice que en el mundo,en este que yo trato de entender, hay mucha gente que pasa hambre. Más de mil millones, por primera vez (no sé a qué se refiere con “primera vez”), según el Banco Mundial de Alimentos.
Y yo, que soy un poco macabra y que como todos los demás estoy saturada de imágenes de niños desnutridos colgados de los pechos secos de sus madres, he empezado a tener estas visiones hoy mientras iba en el autobús de camino al trabajo.
Y, una cosa me ha llevado a otra (si me pillara Joyce), me he acordado de otra noticia que leí hace poco también, la de la periodista Jineth Bedoya (http://www.youtube.com/watch?v=u8awe1N_RYw), quien debería ser conocida por muchas de las cosas buenas que ha hecho en su trabajo pero que se ha hecho tristemente famosa porque abusaron sexualmente de ella en una cárcel de Bogotá durante 16 horas sin que, hasta el día de hoy, nadie haya pagado por ello.
Y de la imagen de la violación atroz y de su sufrimiento imaginado (creo que no me atrevo a presumir si quiera de acercarme a saber lo que sufrió) he pasado a pensar en otras cárceles, en las torturas habituales o esporádicas, escandalosas o permitidas, de miles de cárceles del mundo, de países con régimen declarado democrático o autocrático… De ahí he pasado a otras torturas y violaciones no uniformadas, las de las niñas y mujeres en países en guerra o paz, permitidas, consentidas socialmente… http://www.elmundo.es/elmundo/2009/09/17/solidaridad/1253190625.html
Y entonces me he empezado a preguntar qué sería peor: morir de hambre o por los abusos de otro ser humano… Afortunadamente, el autobús ha llegado a Príncipe Pío y no he tenido que pensar más en ello. Qué suerte tenemos algunos, ¿no creeis?
https://quieroentenderelmundo.wordpress.com/
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